Hace mucho, mucho tiempo, en los bares de Madrid un calavera incurable que perseguía ser poeta quiso burlar al amor escribiendo canciones amargas, aullando a la luna. Pero pronto supo que tras la esquina de la queja y del olvido solo amanecía el abismo y quiso entonces aprender a amar. Cuando miró hacia atrás le amenazaba el tiempo. Corrió entonces, convertido en perro de la lluvia. Y desde entonces tal vez sólo fue él cuando pudo amar.
Algún día, en algún lugar, debió mirarse a si mismo para darse cuenta de que no podría detenerse. De su alma habían nacido las más bellas canciones de amor. Las otras, como buen perro de la lluvia, sólo hablaban del tiempo pero eran, en lo suyo, también las más bellas.
Y uno cree que Joaquín, seguirá eternamente luchando, balanceándose en la cuerda floja de la vida. Tomátelo con calma amigo, seguro que al final gana la poesía.
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